Cuando el dios Sol nos vence en este mes de julio tan diferente a otros años y ya pasó el día de la Virgen del Carmen sin bendecir nuestros mares, nos vienen muchos recuerdos y ausencias de todo lo que nos faltó por sentir y vivir la primavera nunca deseada. La nostalgia embarga el sentimiento que se escapó un día cualquierra de un mes cualquiera. Esas oraciones que ya están en la memoria serán una luz en nuestro caminar diario.
Y es ante nuestra Madre, la Madre de Dios en la tierra, cuando en una capilla, un oratorio, o tal vez en la intimidad de una basílica más sola si cabe por los tiempos actuales que vivimos, sentado en un banco guardando la distancia que no quisiéramos, nos acercamos y observamos cuántas lágrimas son las que vierte nuestra Virgen, cuántas resbalan por sus mejillas. Cada una espera para ser recogida. Junta tus manos, no dejes que se escapen entre tus dedos… son tantas caídas en tantos siglos por nosotros. También las que fueran derramadas por su Hijo… no se pueden desperdiciar, reténlas y ofrécelas a tu prójimo. Las necesita tanto, consuelan tanto…es un bálsamo a nuestras penas.
Fijaos bien, son cinco lágrimas, cinco lágrimas de Esperanza. Lo refleja su advocación. Son cinco necesidades y en cada una buscamos una respuesta, sobre todo con tantas penalidades que sufre la humanidad en el mundo. Ella y sus benditas lágrimas lo dicen todo, puntales de Esperanza que refuerzan nuestra fe.
«Salve María Santísisma de la Esperanza Macarena, en vos confío».
Carlos Fernández
Presidendente de la Tertulia El Fanal